10929549_936120219733865_2539557022627387312_nLos perros tienen dos tipos de comportamiento. El innato es el que se transmite a través de la herencia genética; y el adquirido es que se basa en la experiencia y la educación recibida a lo largo de su vida. El ambiente es determinante en el equilibrio entre los dos tipos de comportamiento.
Comportamiento innato
El comportamiento innato es el que se hereda genéticamente igual que se transmite el color, el tamaño o la forma. Por eso se puede hablar de un determinado carácter según la raza a la que pertenezca el animal: todos los que son de una misma raza poseen caracteres semejantes; Este tipo de comportamiento no tiene que ver con el ambiente en el que se desarrolla o las condiciones en las que vive y, aunque sean cambiantes, estos factores no lo influyen ni lo alteran. Un ejemplo de comportamiento innato es la defensa de las crías que hace la madre. Aunque tenga confianza plena en su propietario, enseñará los dientes y gruñirá si alguien intenta arrebatarle a sus cachorrillos.
La defensa del territorio o la búsqueda de alimento son otros comportamientos innatos.

Comportamiento adquirido
Se denomina así al comportamiento se aprende a lo largo de la vida. En este caso, el ambiente, la educación y las experiencias son determinantes, y puede ser cambiado a través de un aprendizaje adecuado.

Se trata de un comportamiento individual, que no afecta a toda la raza. Por ejemplo, el hecho de aprender a evacuar en determinados momentos -durante un paseo- o en un lugar concreto -en el jardín y no en el salón-.

Comportamiento condicionado
Tratar de simplificar el tipo de comportamiento de un animal y reducirlo a estas dos posibilidades es quedarse corto. Sin duda, hay otros condicionantes en el comportamiento y las líneas de estudio siguen avanzando. Se habla de comportamiento condicionado, por ejemplo, cuando se estimula un tipo de reacción en el perro, a través de una acción repetida, y se observa cómo de forma refleja se actúa igual aún cuando solo se presenta el estímulo y no la recompensa.

Por ejemplo, un estudio de fisiología de finales del siglo XIX mostró cómo un perro salivaba al ver un trozo de carne. Se asoció la carne al sonido de una campana y se le entregaba la carne. Tras varios ejercicios se pudo comprobar cómo el sonido de la campana llegaba a hacer salivar al perro, aun cuando la carne se había retirado de la prueba. Gracias a este trabajo se desarrolló la ley del reflejo condicionado. El trabajo lo firmó el fisiólogo ruso Iván Pávlov.

La búsqueda del equilibrio
Sin duda, el equilibro se alcanza al tratar de mantener las características propias del carácter de un perro -es decir, no inhibir su comportamiento innato- compaginándolas con una educación correcta y unas experiencias positivas -potenciando su comportamiento adquirido-. Encontrar un ambiente idóneo fomentará una experiencia vital que le ayude al desarrollo y potenciación de los aspectos más positivos de su carácter heredado genéticamente.

El equilibrio entre el comportamiento innato y adquirido de los animales es fundamental para que un perro sea estable y sano tanto mental como físicamente.

Estimular al cachorro
La mayor cantidad de las pautas de comportamiento adquirido se aprenden en la etapa de cachorro. Es necesario fomentar un correcto desarrollo de sus capacidades procurándole estímulos positivos. En esta etapa primera, el sistema nervioso se está desarrollando, los circuitos neuronales todavía no están totalmente establecidos, y es necesario facilitarle experiencias que le estimulen de forma adecuada. Si se le abandona, o se le deja desatendido las consecuencias se manifestarán más adelante, en su vida adulta, cuando puede mostrarse como un ejemplar poco despierto.
El pleno desarrollo de su potencial se debe trabajar desde las primeras etapas de su vida.

Fuente: www.affinity-petcare.com